
Sara Jiménez » Blog de Sara Jiménez » Alimentación saludable » Psiconutrición: cómo tener una relación sana con la comida
La psiconutrición es un término que en la actualidad escuchamos mucho y vemos a muchos profesionales de la salud hablar de ello y de sus ventajas dentro de un tratamiento nutricional.
Se trata de una estrategia muy interesante que aúna dos profesiones sanitarias que trabajan juntas muy bien, la nutrición y la psicología.
En este post, quiero acercarte un poco más, desde el punto de vista de una nutricionista, qué es esto de la psiconutrición y cómo nos puede ayudar a bajar de peso.
La psiconutrición es la ciencia que estudia las conductas en torno a la comida. Por ello, es importante tener en cuenta las emociones de la persona, así como sus sentimientos hacia la comida, el entorno, las relaciones sociales…
La psiconutrición va más allá de una simple terapia nutricional que se fija en unos objetivos establecidos. La psiconutrición parte del trabajo interdisciplinar integrado por nutricionistas y psicólogos para conseguir unos objetivos y aprender durante el camino a tener una buena relación con la alimentación, a ser conscientes del proceso y a disfrutar de todos los aspectos que esto suponga.
No es necesario que exista una mala relación con la comida (anorexia, bulimia, atracones…) para beneficiarse de la psiconutrición, ya que hace uso de distintos ámbitos y herramientas para conseguir los objetivos establecidos por la persona, sean cuales sean.
La psiconutrición va muy ligada también al coaching nutricional, donde te hablo de ello en este post.
El principal objetivo de la psiconutrición es guiar a la persona en el cambio de hábitos saludables (en este caso, relacionados con la alimentación), sean cuales sean sus objetivos. Mediante la motivación y actitudes reforzadas, la meta es conseguir un resultado óptimo habiendo disfrutado del proceso de la manera más sana posible.
Cuando una persona decide cuidar su alimentación, puede divisar muchos obstáculos en el camino que le impiden lograr su objetivo final (comidas familiares, eventos, ansiedad, frustración…), pero la unión de un nutricionista y un psicólogo puede ayudar a visualizar con más perspectiva esos obstáculos y conseguir superarlos sin que nuestra integridad física ni mental pase factura.
Con ello, lo que se quiere conseguir con la psiconutrición es la gestión de las emociones durante el proceso de cambio, pero también lograrlo después del tratamiento. En muchas ocasiones, cuando se quiere cambiar de hábitos, estos pueden suponer un mayor estrés, un incremento de la ansiedad o el descubrimiento de sentimientos desconocidos hacia uno mismo. Gracias a la psiconutrición, se consiguen gestionar (nunca obviar) para un mejor aprendizaje del proceso.
Como te he comentado, la psiconutrición aúnan dos profesiones sanitarias que, en cualquier tratamiento nutricional, deben estar trabajando juntas, como lo es la psicología y la nutrición. Por ello, esta especialidad va destinada a todas aquellas personas que quieran llevar a cabo un cambio en su patrón alimentario y quieran hacerlo desde el conocimiento, las sensaciones y las percepciones que esto conlleva.
No está destinado únicamente para bajar de peso. Cada persona es totalmente distinta, con objetivos diferenciados y con actitudes completamente distintas. Por ello, la personalización del tratamiento es primordial.
Si sientes que no consigues alcanzar las metas que te propones, ponerte a dieta te genera ansiedad o frustración; si crees que no puedes conseguir unos objetivos de salud que te establezcas o crees que te hace falta un poco de motivación para llevar a cabo un tratamiento nutricional, entonces la psiconutrición es tu solución. Busca un dietista-nutricionista que trabaje en conjunto con un psicólogo para que ambos te ayuden a gestionar todos tus sentimientos y emociones hacia la comida.
Ponte en contacto conmigo si necesitas que te ayude.
Muchas veces, cuando decidimos ponernos a dieta, tendemos a pensar que únicamente con comer lo que nos indica el «papel de dieta» es suficiente, y no es así. Llevar a cabo un tratamiento nutricional (para el objetivo que sea) supone realizar un cambio en el patrón alimentario, es decir, hacer un cambio en nuestras costumbres, en nuestros hábitos… y esto puede llegar a generar ansiedad, estrés e incluso frustración e incomodidad a la hora de ejecutarlo.
No es fácil comenzar un tratamiento nutricional que suponga cambios en nuestra rutina y esto puede hacer florecer cualquier sentimiento que antes no éramos conscientes de ello. Por ello, contar con el apoyo de un psicólogo ayudará a que el tratamiento sea mucho más efectivo y llevadero.
La ansiedad y la frustración por no conseguir un objetivo determinado, en un tiempo mínimo y poco realista, son sentimientos que afloran y en muchas ocasiones no lo sabemos gestionar de la manera adecuada, dando por perdido casi desde primera hora el tratamiento.
Como vemos, las emociones están íntimamente ligadas al acto de comer. Si estamos felices, lo celebramos con comida, y si estamos tristes, nos refugiamos en la comida. Por ello, saber gestionar cada emoción e identificarla en cada momento, es un objetivo primordial de la psiconutrición.
Uno de los papeles más importantes de la psiconutrición es la identificación del hambre real y el hambre emocional, ya que tienen distintos significados y puede afectar de distinta manera el avance del tratamiento nutricional.
El hambre real es el hambre física, en el que el cuerpo nos pide ingerir cualquier alimento para conseguir saciarnos. Este tipo de hambre aparece de manera gradual, es decir, poco a poco y se sacia con cualquier alimento (fruta, verduras, frutos secos…). Tras la ingesta, no tenemos más apetito y dejamos de comer hasta pasadas unas horas. Se trata de un hambre física que nos ayuda a estar bien nutridos y nos alimenta.
En cambio, el hambre emocional es aquella que está ligada a sentimientos. Aparece de repente (no de manera gradual) y se centra en un determinado alimento o producto. Este tipo de hambre no responde a horarios, es decir, que puede que hayas terminado de comer y te apetezca comer aquello que se antoja. Además, no tiene esperas; tiene que ser consumido ya para conseguir calmar esa necesidad. Con este tipo de hambre, no se consigue saciedad, por lo que se come sin control y en muchas ocasiones no se disfruta.
La psiconutrición ayuda a diferenciar muy bien estos dos conceptos, a ser conscientes de uno y otro y saber gestionar ese hambre emocional en el momento que se de.
En muchas ocasiones, el hambre emocional enmascara un sentimiento de culpa, de tristeza, de ansiedad… y es muy importante ponerse en manos de un nutricionista y un psicólogo para que nos puedan ayudar a lograr los objetivos que nos marquemos.
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